Paula Rego (Lisboa, 1935) es una artista de larga trayectoria, que no es especialmente conocida entre el gran público. Léxico familiar, que toma el título de la novela homónima de Natalia Ginzburg, es la exposición del Palau de la Virreina que se puede ver hasta el 8 de octubre, en la que se muestra el trabajo de seis décadas de la artista portuguesa.
Visitar la exposición es descubrir la obra de Paula Rego, formada por un conjunto artístico contundente, que por su fuerza y agresividad capta la atención de quien entra a verla. Pero para poder comprender la profundidad de su significado hay que leer los extensos textos que acompañan la exposición, así como las obras del llamado Teatro de la crueldad de Martin McDonagh en las que Rego se inspira, los cuentos clásicos, o las noticias sobre los intentos de despenalización del aborto en Portugal a finales de los años 90 y que no dieron frutos. Cabe destacar que el teatro McDonagh marca especialmente a Rego, ya que el dramaturgo representa una vertiente extrema que interesa a la pintora, la llamada in-yer-face, más violenta y grotesca. De ésta, destaca la obra The Pillowman de 2003, en la que Rego se basa para crear la obra con el mismo título en 2004, que mezcla las temáticas de la obra de McDonagh con aspectos biográficos de la propia artista y que es uno de los puntos fuertes de la exposición. Es necesario empaparse de toda esta información para comprender qué hay detrás de una obra tan insistentemente marcada por el abuso, el dolor y la violencia hacia la mujer.
El impacto de sus dibujos y pinturas yace en las temáticas, en su inmersión en los aspectos más truculentos del trato a las niñas y a las mujeres. Los rostros de Paula Rego no son bellos, son como máscaras desgarradas, curtidas no por el tiempo, sino por las malas experiencias; sus niñas no son jóvenes, sino que se les ha impuesto una senectud anticipada. El maltrato por parte de la figura masculina, incluso el de sus propias madres y abuelas es constante, transmitiendo así un modelo de sufrimiento a través de las generaciones. Las propias madres aceptan y contribuyen al dolor y es el hombre el que lo provoca, pero bajo un aspecto ridículo. Esto se puede ver en el espacio dedicado a la serie de Caperucita Roja, en la que la niña pierde la inocencia, se descubre la cabeza de la caperuza y mira desafiante al lobo, un hombre de mediana edad, amanerado y torpe. La madre mata al lobo y acaba portando su cola como una bufanda de piel alrededor de su cuello, sentada en una silla de escritorio que todavía acentúa más lo absurdo de la situación.
En la obra de la artista, estas situaciones se contextualizan en un espacio irreal y extravagante que recuerda más a una escenografía teatral que a un lugar existente. Los comportamientos extraños acompañados de espacios falsos, sitúan a los personajes en un ambiente muy característico al que recurre la artista en muchas ocasiones y que se puede relacionar con el interés de la autora por la dramaturgia y específicamente por el Teatro de la crueldad. Parece que la pintora repita modelos para crear los diferentes personajes de sus pinturas. Un ejemplo es el lobo de la serie sobre Caperucita, que parece el mismo modelo de la obra Olga (2003) y esto acentúa todavía más esta apariencia de actores caracterizados que forman parte de una farsa para esconder algo desgarrador.
Un aspecto característico dentro de la obra de Paula Rego es la técnica que utiliza para sus pinturas. Al tener la posibilidad de verlas de cerca nos sorprende que sus obras más detalladas, brillantes y conmovedoras por su realismo sean pasteles cuando podríamos suponer que son óleos. Esta técnica remite a algo más bruto, más de contacto con la piel de la pintora, algo hecho con las manos. Nunca había visto unas obras al pastel tan precisas como las de Paula Rego, ya que suelen utilizarse como esbozos o en obras de aspecto inacabado. La artista incorpora el pastel como su técnica primordial mediante la cual muestra su habilidad y expone la brutalidad de su contenido artístico. La litografía que usa la artista en muchas de sus obras también sorprende gratamente por la limpieza y espontaneidad del trazo de Rego, de una modernidad estilística que juega con pocos tonos y es más precisa con el color.
La exposición recorre la obra de la artista a través de sus temáticas más destacables y es interesante la forma como está planteada para ir descubriendo las diferentes facetas de su obra y relacionarla con diferentes artistas. No obstante, al tratarse de una retrospectiva, me habría resultado más conveniente una explicación en orden cronológico, aunque sé que es una presentación más común y por lo tanto menos original. Lo importante es que abre el apetito y crea interés por una pintora no muy conocida por el gran público aunque valorada dentro del ámbito artístico. Una aportación interesante a la vez que necesaria, que habla de temas que siempre han sido de actualidad pero que ahora salen a la luz, aunque ella ya los trataba hace muchos años. Un dolor que la artista transmite sin miedo, sin complejos y a través de víctimas curtidas por unas experiencias que las marcaron de por vida.