La mirada fija. Notas sobre el trabajo de Gemma Barbany Arimany (Granollers, 1989)

Hay un encuadre fijo. La cámara no se mueve. Imperturbable. Como las cámaras de seguridad pero a la altura de los ojos. Hay elementos que entran y salen del cuadro, elementos que se mueven, pero cuyo movimiento queda registrado cuando pasan delante del campo de visión. La cámara nunca los persigue, la cámara nunca se mueve en ningún sentido. Puede que haya varios planos, pero en cada uno de ellos la cámara nunca cambia de ángulo ni de distancia focal. Como las cámaras de los investigadores de la naturaleza que se dejan en la misma posición y el mismo lugar para captar ciertos aspectos de la vida natural que la presencia del realizador haría imposible captar.

Gemma Barbany instala su cámara, crea un campo visual y deja que se produzca el acontecimiento. Construye, con muy pocos elementos, un dispositivo fílmico con el que realiza sus narraciones sutiles.

Un fondo oscuro. Iluminación lateral. Aparece por la izquierda del cuadro un muchacho mestizo, serio y concentrado, como los atletas antes del salto. Tiene una esponja en una mano y una rasqueta de plástico en la otra. Súbitamente, con gestos precisos, llena de jabón con las esponja la superficie de un vidrio que se interpone entre él y la cámara. Sus movimientos son rápidos y seguros propios de quien ha hecho esto muchas veces. Toda la extensión del cristal ha quedado impregnada por el brochazo de la espuma de jabón en apenas diez segundos. Inmediatamente, con la otra mano comienza a quitar la espuma de ese plano virtual en el que se ha convertido el cristal. Con extrema precisión, en cinco segundos el vidrio está perfectamente limpio. Con la misma seriedad y la misma rapidez desaparece por la derecha del cuadro. Después entra otro muchacho en camiseta de tirantes y gorra deportiva. Su técnica es igualmente precisa, pero su dibujo de jabón es diferente. Después una muchacha también mestiza, vestida de forma más discreta que los chicos. Realiza su efímera pintura sobre el cristal, lo limpia y desaparece. Y así sucesivamente. Todos quieren mostrar su técnica y su precisión, pero también su capacidad estética, como si estuvieran en un concurso de pintura rápida. Aplicados y concentrados como si fueran a recibir un premio.

Al ver Hidalgo con Federalismo, trabajo de Gemma Barbany de 2011 realizado en Guadalajara, México, no puedo dejar de pensar en las películas que ciertos documentalistas realizaron con artistas famosos como Picasso o Jackson Pollock con una técnica muy similar. En El secreto de Picasso o en el documental de Namuth sobre Pollock los artistas pintaban en vidrios que eran filmados desde el otro lado por el realizador. La tela es sustituida por un vidrio de tal manera que el plano virtual sobre el que se construye toda pintura parece realmente eso: una inmaterial intersección plana de la pirámide visual (que diría Erwin Panofsky). El artista parece pintar en el aire. Sin embargo, en este caso no se trata de artistas, sino de limpiadores de parabrisas de automóviles que más que realizar un servicio “asaltan” a los automovilistas parados en los semáforos en la confluencia entre las avenidas Hidalgo y Federalismo. Evidentemente, el punto de vista del espectador de la película de Gemma Barbany es paralelo al del conductor que contempla cómo limpian el parabrisas de su coche. De ahí la necesaria velocidad de ejecución antes de volver a poner en marcha el vehículo. Sin embargo, al sacar de su contexto a los “limpiadores – artistas” Gemma Barbany les está reconociendo unas capacidades estéticas que  por no estar valoradas no son inexistentes. En este caso relacionadas con ciertas formas de pintura abstracta en su línea más gestual. Se podría decir que en el trabajo de estas personas no hay una intencionalidad plástica, pero este reconocimiento de capacidades estéticas a personas que por su condición social y  formación intelectual no tendrían por qué tenerlas, creo que no está relacionado tanto con la larga tradición de reivindicación del arte “ingenuo” o “naif” como con las ideas del filósofo Jacques Rancière. Como es sabido, Rancière en sus obras reivindica las capacidades de los de “abajo” en su intento de eliminar las diferencias jerárquicas entre intelectuales y obreros, profesores y alumnos, artistas y espectadores. Propone “emancipar las mentes” a base de reconocer las capacidades intelectuales de los pretendidos ignorantes y establecer las relaciones entre iguales. Una resonancia de estas ideas creo que podemos encontrar en el gesto de los limpiaparabrisas sacados de su contexto ante la cámara y el cristal.

Water Gun 2010

Si desde un punto de vista cinematográfico se puede decir que la forma de tratar el encuadre, los movimientos de cámara y la narración de Gemma Barbany se acercan a realizadores como Víctor Erice o Robert Bresson, meticulosos y estáticos, en cuyos planos siempre creemos poder encontrar otra significación a lo mostrado, desde un punto de vista artístico algunos de sus trabajos se pueden considerar como el polo opuesto de Bruce Nauman. Creo que Water gun es en cierto modo la antítesis de las imágenes registradas en Autorretrato como una fuente (1966) de Bruce Nauman. En el primero, la película nos muestra un plano medio fijo del rostro de la propia artista en ángulo de “tres cuartos”. En silencio y con suavidad apunta el cañón de una pistola de agua a sus fosas nasales y dispara. Después apunta a su oído izquierdo y vuelve a disparar. Hace un gesto de dolor, pero muy contenido. Finalmente apunta a su ojo izquierdo y dispara otra vez. Fundido en negro…  Es una película inquietante opuesta a la imagen de Nauman en la que el artista arroja entre sus labios un chorro de líquido en alusión al famoso ready-made de Marcel Duchamp.  Si bien la pistola con sus connotaciones violentas está presente en la obra de Nauman, el hecho de introducir el líquido (con sus posibles alusiones sexuales) y no expulsarlo, ejemplifica una actitud opuesta ante el acto creativo: silenciosa, discreta y seria, que descarta tanto el grito, como la ironía o  las alusiones autoreferenciales a la historia del arte.

Por último me gustaría comentar dos trabajos de 2013, Pleasure of loneliness (El placer de la soledad) y Kräne und Bäume (Grúas y árboles) realizados ambos en Düsseldorf.

El segundo está compuesto por un conjunto de trece planos que muestran el movimiento de las grúas en contraste con los árboles en el lugar de construcción de un nuevo edificio para la facultad de ciencias aplicadas con la que está colaborando. Una vez más la cámara está fija y el plano cuidadosamente compuesto.  De hecho, algunos de ellos, en los que se mezclan las diferentes líneas de los cables del tranvía, los semáforos y las grúas recuerdan elegantes composiciones abstractas. Como la cámara está fija y el encuadre definido, el movimiento del brazo de las grúas entra y sale del encuadre de manera lenta y solemne. Es un movimiento sin aparente objeto, ajeno a cualquier funcionalidad. Fascinante por su escala y lentitud. En los planos en los que vemos árboles, el movimiento vivo y nervioso de las hojas contrasta con el movimiento de las grúas, como si se remarcara el contraste entre el elemento natural vivo, orgánico, con la artificialidad robótica de las grandes máquinas de construcción. Sin embargo, hay otro elemento que relaciona los dos trabajos y los separa de los anteriormente analizados: la  práctica ausencia de seres humanos y la  sensación de soledad que desprenden.

En Pleasure of loneliness vemos un plano de unas espigas  que han crecido espontáneamente al pié de un árbol. A continuación un plano del asfalto de una carretera mientras oímos el ruido del tráfico. Después una ventana se abre y al entrar la luz en una habitación vemos una jaula con un periquito (disecado?). Se oyen ruidos de la calle y de una persona que anda por la casa. Se enciende la luz del pasillo. La puerta es de cristal con líneas verticales de madera. Pasa una persona de la que apenas distinguimos la silueta.  Es difícil no ver aquí un paralelismo entre la jaula con su pájaro estático y los barrotes de la puerta con la sombra que pasa por detrás. Esta imagen transmite una profunda sensación de soledad. Pero a diferencia del pájaro encerrado, no es angustiosa. Más bien parece la soledad como elección o como condición.  Elección de vivir en una ciudad en la que no se conoce prácticamente a nadie. Condición del artista, que como el escritor, necesita de la soledad (o de ciertos momentos de soledad) para construir su obra.

Creo que en la obra de Gemma Barbany ya están presentes de manera clara algunos de los rasgos fundamentales que muestran las líneas profundas y recurrentes del trabajo de un artista. Quizá en su obra más reciente se eche un poco en falta la continuación de la línea iniciada en Water gun, próxima a la performance y al arte de acción. En cualquier caso, tanto en su peculiar utilización de la cámara estática y su composición del encuadre, que tiende hacia lo pictórico / abstracto, como en los principales temas que presenta (la vida en la ciudad, la soledad, el movimiento y la quietud, el sonido  y el silencio) podemos reconocer no ya el inicio, sino el desarrollo de un sutil, delicado y personal universo creativo.

Gemma Barbany es una artista formada en la Escola Massana (centro adscrito a la Universidad Autónoma de Barcelona) donde ha cursado el Grado de Arte y Diseño. Posteriormente ha ampliado sus estudios en la ciudad de Guadalajara (México) y en Berlín. En la actualidad disfruta de la beca concedida por LVR Max Ernst Museum en Brühl y colabora con IRAA Institute for Research in Applied Arts y con Bild.Medien Institut de la Universidad de Ciencias aplicadas de Düsseldorf. Por otro lado, colabora con Situaciones, revista de historia y crítica de las artes, plataforma de difusión y discusión de arte contemporáneo editada por la ESHAB, Escola d’Història de l’Art de Barcelona.

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