Cartas cruzadas #01

Principios de 2013 y el cierre de Can Xalant

Estimada Glòria:

Me gustaría empezar estas Cartas Cruzadas comentando algunas de las ideas que se plantearon en la presentación del número 5 de la revista Situaciones y sobre todo centrarme, aunque sea brevemente, en uno de los casos concretos que yo creo que ha monopolizado, desde un punto de vista de la actualidad artística digamos “institucional”, el final del año pasado, 2012. La presentación tuvo lugar, precisamente, el día después de las últimas elecciones catalanas en las que las aspiraciones de la coalición CiU a una total hegemonía en el proceso soberanista al que estamos asistiendo, sufrieron un serio retroceso. En ese sentido, era inevitable que gran parte del debate se centrara en ese punto, pese a que el acto de presentación tenía un fuerte componente poético con la participación de Alexandre Tornabell y del poeta Antonio Crespo Massieu, que vino expresamente desde Madrid y leyó un fragmento de su espléndido libro “Elegía en Port Bou”

El primero de los casos que se trataron, además de comentar otros como el de la eliminación de las funciones principales del Conca (organismo independiente de distribución de las subvenciones culturales) que le convierte en un organismo inútil, se centró en el cierre o la “reorientación” (que es como lo dicen ahora) de Can Xalant, el centro de producción artística de Mataró. Quizá sea en este caso en el que las características de la política cultural de nuestros gobernantes se vean más claras, en las contradicciones entre lo que dicen y lo que realmente pretenden. La principal excusa para el cierre de Can Xalant, que con un presupuesto mínimo había alcanzado un  nivel de reconocimiento internacional, ha sido económica. Ante el retraso en la llegada de la subvención por parte de la Generalitat, el Ayuntamiento optó por retirar su  parte y acabar de esa manera con la continuidad del centro. Estamos en crisis y no hay dinero. Eso todo el mundo lo entiende y además hay otras prioridades sociales más importantes. Evidentemente, lo que no dicen es que en la misma ciudad de Mataró hay otra institución artística que recibe también subvención del Ayuntamiento, y que la seguirá recibiendo, como es la sede de la Fundación Bassat. La subvención a esta colección de arte privada casi triplicaba a la de Can Xalant y simplemente se trata de exhibir con fondos públicos una colección  privada de no demasiado interés. Detrás de la excusa económica, lo que se esconde es una lucha en contra del pensamiento crítico que se practicaba en Can Xalant. Como en los demás casos, detrás de los “recortes” se esconden posicionamientos ideológicos y políticos que es necesario sacar a la luz. Es evidente que este caso no es sólo achacable a la miopía y a la ignorancia cultural de los gobernantes conservadores, sino que también responde a una determinada concepción de la cultura en general y de la cultura artística en particular. En este caso se hace una opción absolutamente clara de eliminación de la cultura artística como discusión permanente, como búsqueda de nuevos sentidos,  como relación entre las diferentes individualidades que buscan un sentido común en base al diálogo y a la discusión crítica de la realidad, a favor de una visión del arte de carácter completamente pasivo, absolutamente individual, acrítica, de aceptación de un canon estético e historiográfico impuesto y elaborada para mayor gloria de los intereses económicos de un coleccionista privado y que además, según ellos, atrae a mas espectadores.

Realmente es una lástima que las autoridades conservadoras (reaccionarias, más bien) en su torpeza o mala fe hayan eliminado Can Xalant porque no conozco otro centro que con menor inversión hubiera alcanzado una dimensión internacional tan importante. En ese sentido, el intercambio de capital simbólico por capital económico, del que hablaba Bourdieu, era enormemente beneficioso para el Ayuntamiento de Mataró.  Nunca un centro artístico de una ciudad pequeña había alcanzado un prestigio parecido, pero aunque seguramente fueran conscientes de ello, han preferido “reorientarlo” porque les molestaba el pensamiento crítico que lo sostenía.

También se plantearon otros casos, como el del nuevo centro de arte de Barcelona pero lo podemos dejar para la siguiente carta.

Un abrazo.

Antonio Ontañón

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Estimado Antonio:

En tu carta apuntas a las contradicciones entre lo que dicen y lo que realmente pretenden los políticos de nuestro país en materia de cultura. Permíteme opinar que el discurso político del actual gobierno no muestra incoherencia con sus intenciones, que son muy claras, sino con la realidad cultural del territorio que gobiernan y con lo que se entiende, desde el ámbito de las personas que se dedican a ello, que tienen que ser las funciones de la cultura.

El equipo político de tinte conservador que gobierna actualmente en Catalunya ha defendido siempre que una de las funciones que tiene la cultura es la de cohesionar la sociedad, lo que a veces se ha llamado “fer país”. En este sentido, que el Ayuntamiento de Mataró prefiera subvencionar la colección de pintura catalana del siglo XX del señor Bassat, que no es un cualquiera y que se puede entender que ha hecho mucho, con sus campañas de publicidad institucional, por la implantación y asimilación de ese discurso de la cohesión, y no las actividades de Can Xalant concuerda perfectamente con esta idea, además de casar a la perfección con la valoración de las iniciativas artísticas y culturales por sus cifras de visitantes a la que ya estamos acostumbrados todos los profesionales del sector.

A mí me preocupa particularmente esta visión de la cultura como un elemento más de ocio, como lo pueden ser el fútbol o la Fórmula 1 y otros deportes que son televisados, pero como un elemento de ocio que no es para todos, que es elitista e incluso de lujo, al que se puede aplicar el IVA más alto, mucho más alto que el de las otras propuestas de ocio. Con esta medida seguro que los museos y centros de arte no van a ganar en número de visitantes, así que la cosa está clara: la cultura no es algo por lo que valga la pena apostar seriamente, es mejor favorecer una iniciativa con un gran impacto a nivel de visibilidad y de refuerzo del discurso de la cohesión cultural y territorial, en un lugar al que la gente pueda ir a pasear y ver cosas, que no invertir en la generación de pensamiento crítico y de propuestas discursivas y artísticas que pongan en cuestión las categorías preestablecidas.

Habrá que ver qué papel se pretende atribuir, desde los círculos del poder, al nuevo centro de arte de Barcelona, si va a ser otro proyecto de propaganda política del partido que gobierne en cada momento o si va a ser un espacio independiente, de encuentro de diferentes disciplinas, medios y lenguajes, en el que reflexionar y experimentar. A este respecto cabe mencionar el debate sobre el estado de la cultura en Catalunya publicado esta semana en La Vanguardia, en el que seis directores de equipamientos culturales (teatros, festivales, museos) y profesionales de la cultura -todos hombres, por supuesto- reclaman una reforma del sistema de gestión de la cultura que incluya la definición de objetivos a largo plazo y de roles y la creación de redes de interacción entre diferentes iniciativas. Yo me pregunto si, visto que los grandes planes directriz no han acabado de dar buenos resultados, no sería mejor que reclamáramos espacios de libertad en los que llevar a cabo proyectos estimulantes que sean capaces, por sí mismos, de generar estas redes.

De todo esto podemos hablar, si tú quieres, en la próxima carta.

Un abrazo,

Glòria Guirao

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